Octavio García Hernández (Las Palmas, 1931)
Nace el 29 de septiembre de 1931 en Las Palmas de Gran Canaria. Sus recuerdos de infancia son de hambre y miseria. Su familia se alimenta a base de la ayuda de los vecinos. Es internado en el colegio religioso de San Antonio y de allí pasa a los Salesianos.
Hasta 1954 los homosexuales son condenados por escándalo público. En julio de 1954 son reformados los artículos segundo y sexto de la Ley de Vagos y Maleantes incluyendo la figura del homosexual que desde ese momento queda criminalizado.
Octavio es uno de los primeros homosexuales que sufren las consecuencias de dicha Ley. En 1954, con 23 años de edad, es detenido en Las Palmas, llevado a comisaría donde recibe vejaciones e introducido en una mazmorra sucia y fría. Ingresa en la prisión de Barranco Seco, en Las Palmas, donde pasa varios meses encarcelado. Se le aplica la Ley de Vagos y Maleantes y es condenado por homosexual a una pena de entre uno y tres años de prisión en el campo de concentración de Tefía, en Fuerteventura.
El campo de concentración de Tefía (entonces conocido con el eufemismo de Colonia Agrícola Penitenciaria) está ubicado en las instalaciones del antiguo aeropuerto de Fuerteventura que funciona como tal hasta 1952, momento en que pasa a manos de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. En 1954 se inaugura como campo de concentración. Allí son trasladados presos comunes, algunos políticos y muchos homosexuales.
Octavio es trasladado a Fuerteventura en un pequeño barco junto a otros presos homosexuales. Antes de llevarles al campo de concentración, son paseados por la isla en un camión, con la cabeza rapada, para escarnio público mientras reciben insultos por parte de los vecinos que les llaman maricones.
El director del campo, Prudencio de la Fuente, ex sacerdote castrense, decide si los presos deben permanecer internos el mínimo de un año o los tres años máximo que dicta la condena. Los funcionarios que allí trabajan son en su mayoría ex combatientes o jubilados de las fuerzas armadas con vocación de carceleros.
En el campo Octavio y sus compañeros sufren palizas, hambre y humillaciones constantes. Los vigilantes llevan látigos, fustas o varas para pegar a los reclusos. El campo no dispone de agua corriente ni luz. El agua la sacan los presos de un pozo y la almacenan en bidones. Los presos duermen en el suelo de los barracones, sobre un jergón de paja y durante el día son obligados a cargar piedras, transportar agua, cavar zanjas o picar piedra. La alimentación se basa en pan de tres días, fideos con carne de cabra y guisantes con batatas enraizadas mezclados con gorgojos.
El único día de la semana que pueden lavarse es el sábado, y sólo durante un brevísimo espacio de tiempo que un guardia marca con un pito.
Al ser el único con conocimientos religiosos, Octavio es elegido como maestro para enseñar al resto de los presos a rezar. Eso le evita cumplir los tres años de condena. Sale en libertad a los dieciséis meses. El día de su salida es obligado a desnudarse y a ponerse a cuatro patas como última humillación de despedida.
Tras la salida en libertad se inicia una pena de destierro de duración mínima de un año y prorrogable con otros cinco de libertad sometida a vigilancia de delegados. Los afectados han de vivir en otra isla o al menos en otra ciudad.
Octavio nunca se atreve a contarle a su madre que es homosexual ni que ha sido encarcelado por eso, aunque ella lo sospecha. Durante su estancia en el campo, no recibe ninguna visita familiar.
El campo de Tefía sigue en funcionamiento hasta 1966. En ese momento se transforma en cuartel, acogiendo al 75 Campamento del tercio Don Juan de Austria de la Legión.
En 1973 el Cabildo canario adquiere las instalaciones del campo y pasa a utilizarlo como albergue.
En 2006 el escritor Miguel Angel Sosa escribe “Viaje al centro de la infamia” inspirado en la vida de Octavio García.
En 2011 el campo de concentración de Tefía sigue funcionando como albergue perteneciente al Cabildo Insular. A la entrada hay una placa en conmemoración de los presos que allí sufrieron la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes.
En 2012 Octavio vive en Las Palmas. No ha conseguido olvidar su paso por el campo de Tefía. Recuerda las palabras dichas por su compañero en el campo, Juan Curbelo Olamas, antes de morir: “Octavio, cuenta lo que hemos pasado para que el mundo se entere”.
Fuentes:
- Redada de violetas, de Arturo Arnalte (La Esfera Libros, 2003).
- El látigo y la pluma, de Fernando Olmeda (Oberón, 2004).
- Viaje al centro de la infamia, de Miguel Angel Sosa (Anroart Ediciones, 2006).
- Entrevista a Octavio García. Las Palmas de Gran Canaria, 7 noviembre 2010.
|